Editorial
Aspo, Dispo y al pasto
Por José Ferrentino
La foto de Olivos terminó de socavar la legitimidad de un Presidente que, hasta entonces, era caracterizado de múltiples maneras en los focus groups, menos como un "mentiroso".

Mucho antes de anunciar la estatización de las telecomunicaciones, allá por julio del 2020 y en medio de un estricto confinamiento, Alberto Fernández perdió la conexión con la sociedad Argentina. La cuarentena como dogma y una llamativa ausencia de una estrategia comunicacional que derivó en una profundización de las crisis políticas, son el combo perfecto para entender por qué el Presidente vive sus horas más oscuras.

La publicación de la fotografía donde se lo ve celebrando el cumpleaños de la Primera Dama en la Quinta de Olivos - junto a allegados y conocidos sin barbijo ni distanciamiento, en tiempos donde realizar reuniones sociales no estaba permitido por un Decreto de Necesidad y Urgencia que él mismo había firmado-, terminó de socavar la legitimidad de un Presidente que, hasta entonces, era caracterizado de múltiples maneras en los focus groups, menos como un "mentiroso".

Veamos: su primera gran crisis político-comunicacional llegó de la mano del Campo. Apuró la expropiación de Vicentín, y sin consultar a nadie más, lanzó en conferencia de prensa su embestida. En menos de 24hs retrocedió en sus posiciones ante la respuesta de la sociedad santafesina, y una vez que dejaron de volar dardos, sobre Alberto Fernández se lacró el mote de "títere".

En septiembre del 2020, en una Buenos Aires crispada por el confinamiento, hubo un levantamiento policial que terminó con la Bonaerense rodeando la Quinta de Olivos. Alineados todos los intendentes detrás de Alberto Fernández, sin distinción partidaria, el Presidente habló por una improvisada cadena nacional: Le quitó parte de la coparticipación a CABA para solucionar un conflicto bonaerense; lo hizo sin avisarle al jefe de Gobierno, y detonó una bomba sobre un hecho que venía a soldar los clivajes políticos de la Provincia. Aquí se erigieron dos atributos negativos más de la imagen presidencial: "traidor" y "oportunista".

En enero del 2021 llegó el affair "llamé a mi amigo Ginés", o como muchos se apuraron en rubricar: "vacunatorio vip." En una sociedad que buscaba desesperadamente una luz de esperanza, y antes los traspiés del Gobierno por conseguir vacunas, estalló una granada en el Ministerio de Salud que, por su onda expansiva, sacudió los cimientos de la Casa Rosada, la Quinta de Olivos y hasta Santa Cruz.

Era imposible explicar lo inexplicable, el Presidente echó a su ministro de Salud y evitó que las esquirlas lo tocaran a él. Las derivaciones de este hecho sacudieron al Poder, porque por primera vez el Gobierno no erraba en la creación o promoción de una política pública, sino que traicionaba al pueblo en sus valores: privilegios del poder ante una sociedad que estaba cansada del encierro, fatigada por la pérdida de empleo y desesperanzada por las promesas de vacunas que no llegaban.

La foto del cumpleaños de Fabiola Yañez cayó como un meteorito en Olivos, porque hacia atrás termina de configurar la imagen pública de Alberto Fernández como un "mentiroso". Ya no en ese hombre que creía en la cuarentena como dogma -en el que estabas de un lado o del otro de la mecha, como decía el entonces ministro de Salud de PBA y actual candidato a diputado Nacional Daniel Gollán-, sino en el Presidente que hacía lo mismo que aquellos a quien señalaba desde el mismo salón de Olivos.

El remedio resultó peor que la enfermedad, pues en tren de ensayar una disculpa, responsabilizó a su mujer por el hecho. En tiempos donde tanto se pone la lupa en las cuestiones de género, un hombre responsabiliza a su mujer por armar una reunión prohibida: la culpa es de la mujer del Presidente.

Por primera vez en dos años, no fueron Cristina Kirchner, La Cámpora, sus ministros ni el Mauricio Macri. Fue él, y el impacto lo sucedido, hasta ahora incalculable, lo deja en una posición compleja frente a la sociedad; ya no por lo que ocurrió, sino por lo que vendrá.

La pandemia no terminó, los argentinos no están vacunados en su mayoría con 2 dosis, y la variante Delta está al acecho. La pregunta es, entonces: ¿con qué autoridad se impondrá un Presidente que carece de "credibilidad" y "liderazgo", dos atributos esenciales para cualquier dirigente político que esté al frente de una Nación?


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