Editorial
En el 2021, la prioridad está en las aulas
Por Lucas Delfino
La realidad preocupante que constatamos todos los días es la de una disrupción en las trayectorias educativas de los chicos de la cual cada vez va a ser más difícil volver

Por Lucas Delfino, Subsecretario de Cooperación Urbana Federal de la Ciudad de Buenos Aires. Autor de "La Revolución de los Municipios"

A principio de este año, las instituciones más prestigiosas de nuestro país, como la Academia Nacional de Medicina y la Sociedad Argentina de Pediatría, advertían sobre el impacto que la suspensión de las clases presenciales tenía en los niños, niñas y adolescentes, y sobre la necesidad imperiosa de garantizar las condiciones para que en 2021 las aulas permanezcan abiertas. La escuela, afirman estos expertos, es mucho más que un lugar de aprendizaje: representa un espacio de juego, de actividad física, de encuentro entre pares y de contención. Además, constituye un sitio seguro para los chicos y chicas mientras sus padres trabajan, contribuyendo a la reanudación de la actividad económica y a la construcción de una mayor equidad social.

La Ciudad de Buenos Aires, siguiendo las recomendaciones de los especialistas y en toda la evidencia disponible, define a la educación presencial como prioridad para el 2021. Gracias al compromiso y al enorme esfuerzo realizado tanto dentro como fuera de las aulas, el 17 de febrero las escuelas porteñas volvieron a abrir sus puertas, regalándonos imágenes de mucha alegría y emoción que se replicaron en distintos puntos del país.

Hoy, el surgimiento de una nueva ola de contagios pone otra vez en jaque la continuidad de la educación presencial. Sin embargo, a diferencia de como estábamos en marzo de 2020, tenemos mucha más información para dar las respuestas más adecuadas. Así, en la Ciudad, transcurridos los primeros dos meses desde el inicio de las clases, se registraron apenas 1,29% de contagios entre las personas que asisten a las escuelas y se positivizaron solo el 0,012% de los casos. Por otro lado, gracias al aumento en la frecuencia de colectivos y a la asignación de vacantes por cercanía, el uso del transporte público se mantuvo constante, permitiendo que los trabajadores esenciales puedan seguir trasladándose de manera segura.

Los datos de Buenos Aires son consistentes con la evidencia disponible a nivel global. Así, por ejemplo, una de las investigaciones más exhaustivas a la fecha, que recoge casos de 191 países, no mostró relación alguna entre la situación de las escuelas y las tasas de infección por COVID-19 en la comunidad. Del mismo modo, un estudio llevado a cabo en Alemania demostró que la vuelta a las clases presenciales luego del receso escolar no se tradujo en un aumento de contagios entre niños, niñas y adultos. Al contrario, estos sí parecían haberse multiplicado en las últimas semanas de las vacaciones de verano y descendido en los días posteriores a la reapertura.

En el marco de la nueva embestida contra la educación presencial en el AMBA, UNICEF, la Oficina de las Naciones Unidas encargada de velar por los derechos y el desarrollo de los niños y niñas de todo el mundo, junto con la Sociedad Argentina de Pediatría, emitieron un comunicado indicando que la escuela es un lugar seguro para trabajar con niños y niñas, no un factor de riesgo. Las aulas, de acuerdo a estas instituciones, no representan uno de los principales entornos de transmisión del coronavirus. Por eso, incluso en el caso de que la situación sanitaria lo amerite, estas deberían ser lo último en cerrar y lo primero en abrir.

"Las restricciones no pueden empezar por la escuela cuando la evidencia demuestra que son espacios seguros y necesarios para acompañar a nuestras niñas/os". Esta era, de hecho, la opinión del Ministro de Educación de la Nación hasta pocas horas antes de que anunciaran a los estudiantes que sus escuelas volverían a cerrarse. Y tenía razón. Por eso, la abrumadora mayoría de las provincias decidió seguir apostando a la presencialidad y al futuro.

En este escenario, el reciente fallo de la Corte Suprema de Justicia no sólo reconoce la autonomía de la Ciudad de Buenos Aires en esta materia, sino que también confirma lo que siempre se afirmó desde la Ciudad: las mejores decisiones se toman con evidencia y escuchando todas las voces, especialmente de nuestros vecinos y vecinas. Por eso, desde el mismo Gobierno porteño se decidió apelar a esquemas bimodales en la secundaria, y mantener la presencialidad en los niveles inicial, primaria y especial.

Para el resto del AMBA, nos encontramos nuevamente en una situación en la que los costos de suspender las clases presenciales superan ampliamente a los aparentes beneficios de esta medida. En Hurlingham, por ejemplo, estamos juntando firmas para lograr que los chicos y chicas regresen cuanto antes a las escuelas. Además del apoyo de una enorme proporción de las familias del partido, la realidad preocupante que constatamos todos los días es la de una disrupción en las trayectorias educativas de los chicos de la cual cada vez va a ser más difícil volver. En este sentido, en muchos sectores del AMBA la conectividad es un privilegio al que pocos estudiantes acceden. Al mismo tiempo, esta disrupción también afecta al resto de la familia y, particularmente, a las madres, que terminan cargando todo el peso de las tareas de cuidado.

Por este motivo, necesitamos que las próximas decisiones que se tomen en materia educativa en el Área Metropolitana de Buenos Aires estén basadas en la evidencia y consideren la multiplicidad de variables y mecanismos que entran en juego cuando se decide cerrar una escuela. Esto es algo muy difícil de lograr si desde el Gobierno Nacional se actúa unilateralmente.

En este tema no puede haber diferencias políticas que nos dividan: nuestra prioridad en este ciclo lectivo debe ser garantizar el bienestar integral de nuestros chicos y chicas, y para esto es fundamental que puedan compartir tiempo en el aula con sus pares y docentes. Nuestro futuro está en las aulas y por eso necesitamos del compromiso de todos para mantenerlas abiertas.

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