Vicentin
Mucha gambeta y pocos goles
Por Guido Lapa
Frente a los despidos de Techint, Alberto Fernández aseguró que les había llegado el momento de ganar menos a los empresarios y avivó expectativas de un programa político con eje en la redistribución de la riqueza, que rápidamente se vieron desinfladas. Las reanimó con Vicentin primero, para dar marcha atrás; y después con los acreedores, para luego no concretarlas. Llevar la pelota al área de poco sirve si no se hace un gol.

Marcelo Bielsa insiste una y otra vez en que la gambeta es la verdadera estrella del fútbol. Para gambetear hace falta destreza, audacia y picardía. Picardía para engañar al otro, hacerle creer que va a ocurrir algo que luego no ocurre, o que se realizará un movimiento que finalmente se evita, dejando a ese otro totalmente expuesto, casi humillado.

Alberto Fernández pronunció al principio de la cuarentena una frase que hizo emocionar a sus simpatizantes más progresistas: "Les llegó la hora de ganar menos" les decía a "los miserables" en una conferencia de prensa que no necesitaba ser cadena nacional. Mientras, las redes explotaban de algarabía o de preocupación, dependiendo de qué lado de la grieta nos encontráramos.

Durante días y días la agenda mediática se concentró en el impuesto a las grandes fortunas: se preguntaban si estaba motorizado por la ex presidenta, si se había aplicado algo así en otros países, si estábamos en presencia de un giro chavista del gobierno y cosas por el estilo.

La presentación del proyecto oficial era inminente, se levantaban las banderas de la distribución de la riqueza y la imagen presidencial tocaba su pico, al tiempo que la curva permanecía achatada. Algunos, como Carlos Heller, festejaban tanto el proyecto como que el patrimonio de los grandes bancos y las compañías financieras quedasen por fuera del gravamen.

Sin embargo, como dice el dicho, no hay que vender la piel del oso sin antes haberlo cazado. Al momento-tres meses después del anuncio- el proyecto oficial brilla por su ausencia, lo único parecido a un impuesto a los ricos existente en el congreso nacional fue presentado por el bloque del FIT, que no fue tratado sobre tablas gracias a los votos en contra de los diputados oficialistas.

Con dos puntos se hace una línea

El 8 de junio el presidente, acompañado por Matias Kulfas y la senadora Camporista Fernández Sagasti, planteaba que en nombre de la soberanía alimentaria era necesario intervenir la empresa Vicentin y aseguraba que se estaba trabajando para pocos días después mandar al congreso un proyecto de expropiación, elaborado inicialmente por la legisladora mendocina.

La indignación de quienes se oponían a la medida no podría haber sido mayor. Luego de un primer titubeo algunos pesos pesados del empresariado nacional consiguieron imprimirle al rescate el carácter de un atropello contra la propiedad privada. Nuevamente se agitaban fantasmas inexistentes acerca del gen chavista del gobierno y se consiguió del lado de la oposición otorgarle una épica a "la resistencia" que del lado oficialista no había. Haberle adjudicado la medida a Cristina Kirchner seguramente colaboro con ese objetivo para los opositores. Sea cierto o no, hay una cuestión clara: el presidente no es visto como quién lleva adelante las políticas más audaces, se esté a favor o en contra de ella.

Los once días siguientes a la conferencia de prensa Vicentin fue uno de los grandes temas que compartieron en las pantallas con la pandemia. La crisis política que desató en la coalición oficial es sencillamente innegable, algo lógico para un frente tan heterogéneo. El silencio de Massa o el rechazo del peronismo cordobés son apenas una muestra de un fenómeno que dividió aguas en el FdT.

A diferencia de lo que muchos observan como un fallo judicial negativo para el gobierno, un humilde juez de Reconquista -también con lazos en la entrega de créditos a Vicentin- le dio una oportunidad de recalcular una estrategia improvisada que lo encaminaba al abismo. Un juez que le otorgó la posibilidad de presentar la marcha atrás como una imposición externa y justificar así la no presentación en el congreso del tan mentado proyecto.

La historia sin fin

Desde el primer día de su mandato el gobierno aclaró que toda su política económica estaría sometida a la reestructuración de la deuda, al punto de que no contamos con presupuesto alguno, dado que se trataría una vez cerrado el acuerdo. El propio Martin Guzmán se había ganado su lugar en el gabinete por su especialización en la materia, por lo que nadie pensaba que dejaría tan rápido sus convicciones de lado.

El ministro entonces, sorprendió. Parece borrar con el codo los papers que escribió con la mano, asombrando a propios y extraños con una propuesta inicial menos agresiva que la esperada y luego cediendo frente a las demandas de los acreedores para pasar de un VPN de 40 a uno de 53, unos 10.000 millones de dólares más en apenas unas semanas.

Que el amague no haya funcionado con los fondos es equivalente a perder la pelota, cederla ante el rival. Es por eso que los acreedores parecen haberle tomado el pulso al equipo argentino. Saben que ni el presidente, ni la vice están dispuestos a entrar en default y todavía resuena la célebre frase de un bonista a Kicillof en su propia negociación: "Nos cantaron el retruco con un cuatro de copas".

El grupo Ad Hoc en general y Blackrcok en particular (los verdaderos dueños de la pelota) le hicieron una jugada a los negociadores que supimos conseguir. Cuando todo indicaba que se marchaba hacia un acuerdo el fondo de Larry Flint pateó el tablero, dejando perplejo a todo el equipo de Guzmán. Estos bonistas que lograron que el gobierno entregara incluso más de lo que el FMI le aconsejaba para sostener la famosa sustentabilidad (y garantizar su cobro posterior), ahora corren el arco aduciendo diferencias en torno a la legalidad de los bonos, la letra chica que sienta las condiciones para futuros litigios. Lo que no está claro es si el objetivo está en asegurarse mejores condiciones para una hipotética reestructuración futura o si, por el contrario, suman variables a la negociación para continuar sumando concesiones en el terreno económico.

Lo concreto es que la dilación del gobierno con determinados temas se contrasta con la velocidad para resolver otros, con los que encara como el mejor Messi y resuelve en minutos la reducción salarial del 25%, el pago del aguinaldo en cuotas, la suspensión de la movilidad jubilatoria o la continuidad del ATP a las grandes empresas.

La gambeta será la verdadera estrella del fútbol para Bielsa, pero es ni más ni menos que un recurso para un objetivo mayor, es necesario elegir el momento, el lugar y el destinatario de esa gambeta. Saber gambetear no es saber jugar, al fútbol y a cualquier deporte gana quién mete más goles. Parece superfluo aclararlo, pero el contexto lo amerita: en el arco ajeno. 

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