Economía
Cuando el Estado gana más que las empresas
Por Guillermo Poch
Argentina es uno de los países más caros de la región desde el punto de vista fiscal y se convierte en poco atractivo para los inversores, locales y extranjeros.

¿Puede una empresa pagar más en impuestos de lo que efectivamente gana? No parece razonable que la respuesta sea afirmativa en una economía que pretende y necesita crecer. Sin embargo, lamentablemente, en la Argentina esa situación sucede por la combinación de los distintos gravámenes, nacionales y provinciales.

Desde un punto de vista práctico, por ejemplo, una empresa que obtiene $96 de ganancia por cada $1.000 de ventas, paga en impuestos aproximadamente $103.

Si bien a priori esta inquietud parece descabellada, desde un punto de vista tributario, en la práctica los números NO contradicen a las matemáticas y eso lo convierte en preocupante. En efecto, en la actualidad, la presión tributaria en Argentina pone en una situación muy compleja a aquellas personas que quieran desarrollar o llevar adelante un negocio en el país, exacerbado por los efectos de la pandemia.

Para alguien no especialista, la pregunta es ¿cuáles son esas cargas tributarias que derivan en ese escenario ilógico? La más conocida y, en general, de mayor impacto, es el Impuesto a las Ganancias, cuya tasa es del 35% luego de la distribución de los dividendos. También existen otros -que en Derecho Tributario se conocen como "impuestos transaccionales"- como el Impuesto sobre los Ingresos Brutos, que para la producción de bienes puede ser del 1,75%; a los servicios del 5%; y a la construcción, que es del 2%, y sus efectos son totalmente distorsivos, ya que no contempla la situación particular del negocio. Por ejemplo, vender a ganancia o pérdida

También en este ítem se encuadran los impuestos sobre Débitos y Créditos -conocido como el "Impuesto al Cheque" (1,2% sobre el movimiento de fondos) y el Impuesto de Sellos, del 1% sobre los contratos; y otros que también pueden afectar la rentabilidad de las empresas.

Por ejemplo, si una empresa tiene que pagar Ingresos Brutos al 5%, $50 es el costo del impuesto sobre una factura de $1000. Luego tiene que pagar el denominado Impuesto al Cheque, 1,2% por los movimientos de dinero y, después, el Impuestos a las Ganancias. Sumando solo esos gravámenes: 50 + 12 + 41 = $103. ¿Cuánto gana una empresa en ese hipotético ejercicio práctico? $96, lo que pone de manifiesto de que el Estado termina cobrando más dinero del que ganan las compañías.

Así la situación y producto de la sumatoria de impuestos, Argentina es uno de los países más caros de la región desde el punto de vista fiscal y se convierte en poco atractivo para los inversores, locales y extranjeros.

Debe tenerse presente que, en la actualidad, los distintos países, aunque no lo manifiesten expresamente, compiten desde el punto fiscal para ofrecer a las empresas el escenario tributariamente más favorable, reduciendo sus cargas, para que éstas inviertan y lleven adelante su actividad en su suelo.

En la coyuntura actual, luego de más de un año de pandemia y cuando el país necesita una mayor recaudación para solventar los costos propios del Estado, la pregunta es ¿cómo aumentar su recaudación sin elevar la presión tributaria local?

A la inversa de lo que cualquiera pudiera pensar, que es por medio más o mayores impuestos, es al contrario: deben buscarse incentivos y que éstos se establezcan para aquellos que estén interesados en desarrollar un nuevo emprendimiento y pongan de manifiesto su intención de invertir en el país, de modo que se traduzca en un beneficio inmediato para subsidiar o motorizar el inicio de la economía.

En este contexto mundial, Argentina tendría que buscar, por medio de la reducción de la carga tributaria, incentivar la inversión local y extranjera. De alguna manera, bien sirve de ejemplo el blanqueo de capitales planteado por el Ejecutivo Nacional por Ley N° 27.613, aprobada en febrero y promulgada en marzo y que promueve la repatriación de fondos no declarados para proyectos inmobiliarios en la Argentina. Con esa herramienta, le está ofreciendo a un sector como el de la construcción un incentivo para invertir.

La política tributaria debe, en definitiva, lograr un menor costo impositivo, que sea más barato y atractivo invertir en Argentina que, por ejemplo, llevar su dinero a otro país.

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