Rosario siempre estuvo cerca. Ahora, más cerca de Colombia y la MedellÃn de décadas pasadas.
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Ciudad de Rosario, ciudad de poetas, actores y muy buenos músicos y futbolistas. Ciudad de pensadores, académicos y otrora buenos polÃticos. Ciudad que "siempre estuvo cerca", la ciudad del parque Independencia, de buena gente, de estudiantes, de gente trabajadora y de empresarios que apuestan con su trabajo a la tierra y la agroindustria. Sin embargo, hoy, el fétido olor que despide Rosario no hace presagiar nada bueno a futuro.
Culpas muchas, dolos varios, responsables demasiados, distraÃdos y de ojos cerrados, aún más.
¿Cuánto falta para que Rosario se termine transformando en la MedellÃn de la década de los 80, donde un simple mercader del contrabando terminó convirtiéndose en el mas grande, adinerado, audaz, sangriento y peligroso narco del mundo que casi terminó poniendo de rodillas a su propia república de Colombia?
Muy muy poco.
La puerta de la violencia y negocio narco la abrieron los mismos que hoy tienen la responsabilidad de cerrarla. Parece loco, ¿no? Pero es asÃ. La polÃtica oscura de los últimos 30 años de la provincia de Santa Fe es netamente responsable.
Mi ciudad, MedellÃn, donde resido alternativamente con Buenos Aires, donde trabajo estos temas de violencia, delito y narcotráfico junto a gente de gobierno y alcaldÃa, donde también hago docencia, y donde me nutrà de conocimiento en esa área especÃfica siendo parte del team de seguridad que arrimó a la normalidad del delito y violencia, parecerÃa estar llamando a la "hermanita perdida" que se refleja en Rosario.
Los números frÃos
MedellÃn, con casi 3 millones de habitantes -si incorporamos su área metropolitana-, tiene en lo que va de este año, unos 354 homicidios en 11 meses de este 2021. Además de cumplir ya más de 100 dÃas alternativos sin homicidios. Promediando los 9 homicidios dolosos cada 100 mil personas, en una sociedad de buena muy buena gente, pero con un trasfondo e historial de violencia base como pocasy que arrastra desde hace muchas décadas.
Rosario, esa bonita ciudad de casi 1 millón de habitantes, tiene en 11 meses de 2021, la suma de 223 homicidios y ya casi no se cuentan dÃas en los que no los haya. Tiene un 100% más de homicidios que hace una década. Promediando Rosario los 20 homicidios dolosos cada 100 mil habitantes. De no creer.
La provincia de Buenos Aires donde la ineficiencia polÃtica y payasesca de su ministro actual de Seguridad y donde la falta de profesionalismo y corrupción policial es de temer, tiene en su cono urbano 14 homicidios cada 100 mil habitantes. Hay culpables que deben pagar por ello.
MedellÃn en la época del esplendor de Pablo Escobar, últimos años de los ochenta y primeros años de los noventa, llegó a tener (las distintas bibliografÃas literarias y vivientes con las que he hablado difieren), entre 380 y 400 homicidios cada 100 mil personas. La sangre corrÃa por las calles. Nadie estaba seguro.
Un camino a desandar
Épocas difÃciles de vivir. Épocas en las que entre la guerrilla FARC y ELN, las Fuerzas Paramilitares, los operativos del Ejercito nacional y de la policÃa, hacÃan que la sociedad se retrajera y solo saliera lo indispensable. Quedaron algunos resabios de esas costumbres. Por ejemplo, hoy, en dÃa de semana, los restaurantes cierran su cocina a las 8:30 p.m.. IncreÃble, de no ser por lo sucedido hace 50 años a esta parte.
La violencia del negocio narco corrompe y destruye todo. Al igual que MedellÃn, en Rosario se observa ese germen que va prendiendo en las pequeñas bandas de delincuentes "desorganizados", nada comparables a las organizaciones y clanes "profesionales" de Colombia.
En Colombia, aquellos polÃticos y jueces honestos se dieron cuenta que serÃan un Estado fallido, con mucha historia, pero sin futuro ni destino aceptable, cuando vieron sentado en una banca del Senado de la República, al mismÃsimo capo de capos de la cocaÃna, el patrón del mal, el responsable de cientos y cientos de muertes de inocentes, de polÃticos, de periodistas, de jueces y fiscales, el lÃder del cartel de MedellÃn, Pablo Escobar Gaviria. Fin de la historia.
Santa Fe en general, y Rosario en particular, van en ese camino. Esto que sufre la ciudad no ocurrió por que sÃ. Siempre, siempre, tiene que haber en algunos estamentos corrupción polÃtica, judicial y policial. Nada se puede desarrollar sin que estos tres vayan de la mano.
Santa fe lo tiene. PolÃticos enjuiciados, fiscales y jueces enjuiciados y algunos detenidos o separados de sus cargos, policÃas de las más altas jerarquÃas detenidos por cerrar los ojos, y otros detenidos por ser parte de las organizaciones delictivas. Algo huele mal en Rosario, y todos nos damos cuenta de que lugares viene ese olor.
Si en algo NO se parecen MedellÃn a Rosario, es que, en la primera de las ciudades, la polÃtica, la economÃa, la cátedra, la iglesia, a mediados de la década del '90 se pusieron de acuerdo y tomaron las medidas necesarias, crudas y duras, de combatir profesionalmente ese flagelo. Para ello incorporaron a los sectores de la salud, la educación, la cultura, el trabajo y, muy especialmente, decidieron tener continuidad en las polÃticas a aplicar, gobierno tras gobierno, y profesionalizar su policÃa. Hacer de ellos verdaderos profesionales, que se sintieran orgullosos de ser servidores públicos. Y en gran parte, lo lograron.
Lamentablemente Rosario va en sentido contrario, considerada la ciudad más peligrosa del paÃs, sin poder luchar con estos "delincuentes en chancletas" que ya le ganaron la calle, ante una justicia parcialmente ineficiente, una polÃtica horrible en estos temas, se la mire por donde se la mire, y una policÃa que no se baja del podio de la corrupción desde hace décadas.
Esos desaguisados entre la polÃtica y el anterior ministro de seguridad de Santa Fe, de escaso conocimiento en seguridad pública y menos en narcotráfico, boca floja y de actitudes patoteriles y payasescas, no llevan a ningún lado. No aportan nada, salvo indicarnos lo noveles e improvisados que son en estas lides.
En Rosario el narco ganó la primera batalla. Ganó la calle. Les demuestra a las fuerzas del orden y a la polÃtica que ellos mandan y que se mueven sin dificultad. Tienen un ejercito desechable de soldaditos dispuestos a matar o morir por pocos pesos. De pasar a dominar la zona geográfica, van a pasar en poco tiempo a dominar la polÃtica y, en forma propia o a través de terceros, los van a ver ocupar lugares de preponderancia en funciones públicas.
Hace tres años atrás, en sendas conferencias que di en Rosario, acompañado por un video del Señor General de la policÃa de Colombia Mendoza Guzmán, en ese momento director nacional Antinarcóticos de Colombia, dijimos: "Hagan algo ahora, luego será tarde". Bueno, no fuimos dignos de ser escuchados.
PolÃticos de Santa Fe, deben nutrirse de las polÃticas exitosas en la lucha contra este flagelo transnacional, que se aplicaron y aplican en Colombia, y adaptarlas a las necesidades de esa provincia.
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- no me canso d repetirlo:
1- la criminalidad y corrupcion asociadas al narcotrafico se acaba con la legalizacion d la comercializacion d estupefacientes.
2- es imposible reprimir al narcotrafico ya q las fuerzas d seguridad son parte del engranaje narco, y q dichas fuerzas tengan via libre para hacerlo es solo posible x la corrupcion a nivel politico d los q tienen la obligacion d dirigirlas
3- USA, el mayor consumidor narco del mundo, no es productor, ergo: su frontera es un megacolador
con esto kiero ratificar q es una utopia combatir al narcotrafico:
- lo q hay q hacer es eliminarle el negocio: legalizar la comercializacion d estupefacientes en lugares regulados: FARMACIAS