Cartografía para la educación
La escuela necesita una revolución en infraestructura
Por Pedro Romero y José Romero
La necesidad de una inversión sostenida y legalmente comprometida para la construcción de edificios equipados que atiendan la coyuntura pero que también admitan el despliegue futuro, otro desafío para con la educación

 Los maestros y los alumnos son anteriores a la Escuela. En cada tiempo histórico estuvieron presentes quienes enseñaban y quienes aprendían. La casa, la plaza, el templo o el camino fueron -entre otros- lugares para ese encuentro único. La modernidad estructuró y masificó aquella relación histórica, después de muchas luchas. Finalmente definió al Estado como responsable, dispuso derechos y creó "el lugar" para ese encuentro: LA ESCUELA. Un recorrido por los momentos fundacionales de los sistemas educativos nacionales permite observar el lugar prioritario concedido a pensar el Edificio Escolar como una dimensión pública por excelencia. "Hay que hacer de la República una escuela" propone Sarmiento en su libro La Educación popular. El texto dedica extensos párrafos a la infraestructura con el único objeto de señalar que no cualquier edificio es una escuela.

"Nuestras escuelas deben ser construidas de manera que su espectáculo, obrando diariamente sobre el espíritu de los niños, eduque su gusto, su físico y sus inclinaciones... Debe reinar en ellas la comodidad para los niños, y cierto gusto y aún lujo de decoración, que habitúe sus sentidos a vivir en medio de esos elementos indispensables de la vida civilizada."... Domingo Faustino Sarmiento. La Educación Popular.

En cualquier lugar se puede enseñar pero no cualquier lugar es una escuela. Sentarse a "aprender sobre un trozo de madera es una invitación a suprimir las aspiraciones de las personas", solía repetir el sanjuanino.

Hace décadas que la infraestructura escolar se piensa separada de la educación. Pedagogías y hasta sociologías sin espacios. Cada domingo electoral que las escuelas se abren a la sociedad, todos transitamos espacios de los que ya no quisiéramos ser parte y lamentamos por unas horas lo que nos negamos a ver en la cotidianidad.

La arquitectura fue un modo de ser de lo público, un símbolo, una autoridad, una identidad. La Escenografía Estatal elevaba y hasta legitimaba a diversos roles sociales: maestros, jueces o médicos. Escuelas, Tribunales y Hospitales demostraban la solvencia y hasta el mismo significado de lo público. Es más, estos lugares o espacios marcaban con exactitud las diferencias de lo público y lo privado: ir a la escuela era estar en un lugar diferente a todos los lugares privados. La sacralidad de la arquitectura se incrustaba en los roles profesionales y laborales y los transformaban en incuestionables.

El Estado ha descuidado, y hasta olvidado con negligencia, el desarrollo de su mundo material. Es la foto cotidiana que refleja en cierto aspecto nuestra crisis de valores. El deterioro de los espacios escolares es también su abdicación en la construcción de sentido en sus intervenciones. Por ello, en esta última entrega de nuestra convocatoria a un Pacto Nacional por la Educación (5x10) queremos marcar algunos puntos claves de nuestra infraestructura educativa:

a.- Es necesaria una Inversión en Infraestructura Educativa Sostenida, Planificada, decidida Federalmente y Protegida por una Ley para garantizar -al menos- una renovación estructural. Es imposible diseñar cambios en los aprendizajes o pensar en calidad educativa sin una reformulación ergonómica sustancial de los edificios. Muchas familias necesitan un Techo que le permita ordenar a cada uno de sus integrantes sus posesiones, relaciones y recursos más íntimos. La Educación también busca un Nuevo Techo que le otorgue un verdadero sentido de morada educativa.

b.- Proponemos una mutación estructural para las nuevas construcciones y también para la transformación de la ya existentes. No se trata de parches, remiendos y mucho menos de decorados. Implica poner en escena la imagen y vivencia colectiva del nuevo Estado que la mayoría aspira a construir. Llamamos cambios estructurales a aquellos "edificios diseñados para el encuentro que garantice derechos".

c.- Las escuelas conforme a su nivel deben tener espacios para el Derecho Integral al Cuidado de nuestros niños que combine salud, alimentación, protección y juego. Espacio para sostener el Derecho a entender el mundo que garanticen múltiples formas de circulación y de aprehensión del saber. También espacios para el Derecho a la Creatividad que faciliten conectividad, diversidad, integración y movimiento. Y finalmente, espacios para desarrollar individual y colectivamente el Derecho al Servicio que propongan lugares para aprender y sumergirse en el mundo del trabajo. Quizás resulte oportuno repetir, ahora en clave edilicia: sostenemos que quienes llegaron a la escuela por necesidad deben quedarse por virtud. Valga un ejemplo: aspiramos a que todos nuestros niños y jóvenes se alimenten en la escuela. La abnegada, solidaria e invalorable tarea hecha en los improvisados comedores populares deben dejar paso a un Plan Alimentario Universal dispensado y controlados desde los establecimientos escolares.

d.- Las nuevas arquitecturas educativas deben ser superficies-diagramas donde se pueda sentir la posibilidad de vivir simultáneamente lo personal y lo público. Hoy comienzan a diseñarse espacios de acción entrelazados. Espacios hechos para la diversidad porque Educar es acompañar a la diversidad. En la mayoría de las escuelas existentes sólo aparecen las cosas y los sujetos en grados muy austeros para el nuevo ecosistema cultural. Dentro de la escuela no pasa nada. Hay ausencia de todo fenómeno, todo es previsible, repetido y sigue primando el encierro.

e. La arquitectura escolar debe invitar al desarrollo de los talentos, las habilidades y las destrezas tanto como de los conocimientos. Es tan importante el saber cómo lo que se hace con él. Durante dos años trabajamos en equipo con un grupo de arquitectos, analizando la escuela y también la distribución del conocimiento en el nuevo ecosistema cultural que los jóvenes forman parte. Observamos con detenimiento la arquitectura tradicional de la escuela: un conjunto de espacios materiales destinados a un conocimiento o razonamiento de sujetos y cosas situadas. Hicimos lo mismo con los espacios públicos y privados que han surgido para interactuar con el dueño del tiempo: el nuevo ecosistema de datos, comunicaciones y cultura. 

Dos años después, la pandemia invirtió los parámetros por obligación. Mal o bien el conocimiento circula a diario sin habitar un único lugar: la escuela está cerrada. La interacción es tan errática como continua. La reacción gremial y ministerial homologó el fenómeno a lo viejo conocido y consagró el insólito derecho a la desconexión. La explicación se sustentó en el tiempo de conexión; pero en realidad una exploración más detallada de los argumentos permite inferir que el reclamo apunta a domesticar el encuentro en una suerte de "aula virtual" que funcione como un aula real. 

Pensamos un edificio escolar integrado, con nuevos espacios para las insustituibles dimensiones clásicas de la interacción del conocimiento pero también con espacios para convivir con el mundo de los fenómenos que nos traen las nuevas tecnologías. Espacios más libres para la interacción donde el tutoreo cuerpo a cuerpo motive talentos y habilidades. Una escuela para conocer, interesar, intrigar y cuyo diseño invite a dominar espacios pero también tiempos. Como ya le hemos dicho no enseñar en esta dimensión temporal supone la puerta abierta al aburrimiento y al fastidio.

Son innumerables los textos académicos u oficiales destinados a enunciar los propósitos de la educación que necesitamos: comprensión del mundo, lectura, cálculo, creatividad o autonomía son sólo parte de largos enunciados de propósitos que completan planificaciones y alimentan diálogos obligados de reuniones docentes. Poco de ello es viable con el estado actual de la infraestructura escolar. Todos los actores lo sabemos, la realidad es otra cosa. 

Como en otros ámbitos de la Argentina, las cosas funcionan con una escuela "en blanco" y otra "en negro". La no declarada sostiene a la oficial en un borgeano juego de espejos deformados. Pretender esos objetivos ambiciosos en los edificios escolares actuales es como pedir a los habitantes de un hogar moderno que desarrollen sus rutinas o estrategias de administración sin la provisión de lavarropa, heladera, microonda o cocina. El cambio arquitectónico y ergonómico es una necesidad de todos los actores escolares, más aún cuando pensamos en un nuevo dispositivo con muchos actores, con tiempo extendido, con múltiples y diversas asignaciones. 

Hoy se habla de "diseño del entorno" como sustento de las estrategias preventivas. Su defecto es atenerse a consecuencias que terminan en protocolos para atender al default. La arquitectura es un pensamiento que se habita; Cuidar, Entender, Crear y Servir es la nueva manera de habitar la escuela.

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