Opinión
Mejor que prometer es realizar
Por Guido Lapa
En lo que va del gobierno que prometía un mejoramiento sustancial de las jubilaciones, los precios aumentaron alrededor de un 70%.

Cada persona es dueña de su silencio y esclava de sus palabras. Los políticos también, incluso cuando están en campaña. Hace exactamente dos años Alberto Fernández acababa de ser embanderado como el candidato de Cristina y, aunque no contó con el tiempo suficiente para procesar esa decisión, se puso rápidamente el traje y salió a jugar en un terreno por demás beneficioso para ser el candidato opositor.

La economía durante el macrismo había sido devastadora para la mayor parte de la población y eso dejaba al peronismo con chances de retomar el poder antes de lo previsto. La experiencia está lo suficientemente fresca como para que los análisis formen parte del campo de la historia, pero es indudable que la reforma previsional de diciembre del 2017 jugó un papel importante en la dilapidación del capital político del Cambiemos y fue, de alguna manera, el principio del fin.

 El segundo semestre de Alberto

Estaba todo servido para que cualquier postulante se valiera de la demagogia electoral e hiciera referencia a un sector golpeado entre los golpeados y Alberto no se iba a privar de pisar ese palito: "vamos a dejar de pagar los intereses de Leliqs y con eso aumentar las jubilaciones".

El candidato se volvió presidente y 730 días después nos encontramos nuevamente en las vísperas de la campaña electoral, seguramente en un escenario distinto del que Fernández imaginaba cuando enunció aquella promesa. Nuevamente los jubilados están en el centro de la escena, en esta oportunidad por el anuncio de un bono de $5000 para los que cobren hasta dos jubilaciones mínimas. A semanas de la votación, es un reconocimiento de que con la nueva movilidad también pierden contra la inflación.

En lo que va del gobierno que prometía un mejoramiento sustancial de las jubilaciones, los precios aumentaron alrededor de un 70%. La pérdida del poder adquisitivo para quienes perciben estos ingresos es indisimulable si tenemos en cuento que quienes recibieron los aumentos más altos (los cobran el haber mínimo) tuvieron aumentos por 63,9%.

Parecía imposible, pero 19 meses después de que el ingeniero y su coalición dejen la Casa Rosada los jubilados están peor que antes. La excusa pandémica vale acá menos que en cualquier otro terreno, porque la suspensión de la movilidad jubilatoria se dio en cuanto el Frente de Todos asumió el gobierno y la idea de la "desindexación" que repetía Guzmán anunciaba que nada bueno podía ocurrir. 

La pérdida del poder adquisitivo para quienes perciben estos ingresos es indisimulable si tenemos en cuento que quienes recibieron los aumentos más altos (los cobran el haber mínimo) tuvieron aumentos por 63,9%.

Lo previsible no hace menos dramática la situación de buena parte de los trabajadores inactivos que durante 2020 vieron como sus ingresos fijados por decreto aumentaban entre un 24,28% y un 35,31% mientras que con la fórmula promulgada en 2017 hubiesen crecido en un 42,13% en el mismo periodo.

Con el fantasma de la última reforma previsional y la reacción popular que generó, el gobierno de los Fernández pateó todo lo que pudo el tratamiento de una nueva ley que fijara un criterio claro y menos discrecional para los aumentos jubilatorios. Hacia fines del año pasado se aprobó la nueva fórmula y el debate estuvo atravesado por una polémica en torno a la fijación o no de una cláusula que asegurara que las jubilaciones nunca perderían contra la inflación. Unos meses después lo que podemos asegurar es que perdieron tanto la polémica como contra la inflación.

El costo de la paz

Es cierto que, en general, todos los trabajadores vieron merman su poder adquisitivo en los últimos cuatro años, pero el caso de los jubilados es todavía más grave. Para tomar dimensión de la realidad que viven millones de adultos mayores sirve ver los números crudos, aunque muchos economistas se quejen de la "nominalidad": según Ismael Bermúdez, en marzo el haber medio del sistema fue de $ 31.618 y los que se jubilaron con moratorias -más del 60% del total- cobran en su amplia mayoría la mínima que en ese momento era de $ 20.571 brutos y $23.000 luego del último aumento.

A esto hay que agregarle un problema adicional que es el achatamiento de la pirámide, que no es otra cosa que hacer que una porción mayor de los jubilados cobren la mínima y que un porcentaje cada vez menor tenga ingresos que superen la canasta del jubilado, una especie de canasta básica especialmente diseñada para los gastos de los adultos mayores, que hoy se ubica en los $65.000.

Esta política está lejos de ser progresiva ya que en lugar de cuestionar las jubilaciones de privilegio coloca como "privilegiados" a todos quienes perciban más de dos jubilaciones mínimas. Dicho de otra manera, el gobierno considera que no necesitan cobrar ningún bono aquellos que perciben un ingreso de $51.000, una suma muy por debajo de las necesidades de cualquiera, especialmente de los jubilados.

Las explicaciones de cómo llegamos a donde estamos merecen una nota distinta, pero lo cierto es que la realidad del sistema previsional es de alguna manera un reflejo distorsionado de lo que ocurre en el mercado de trabajo. La informalidad y la precarización crecieron de manera sostenida en Argentina desde la crisis de 2001, lo que llevó a que una porción cada vez más importante de la población no cuente con los aportes suficientes para jubilarse a pesar de haber cumplido con la edad requerida y, en muchos casos, haber trabajo toda la vida. 

Las explicaciones de cómo llegamos a donde estamos merecen una nota distinta, pero lo cierto es que la realidad del sistema previsional es de alguna manera un reflejo distorsionado de lo que ocurre en el mercado de trabajo

Al mismo tiempo, a pesar de toda la prédica anti menemista, ningún gobierno se animó a revisar la baja de los aportes patronales que había fijado en su momento Domingo Cavallo. Esto condujo, junto con el aumento del desempleo y el trabajo no registrado, a un desfinanciamiento de todo el sistema.

Volviendo a las promesas de campaña, las Leliqs crecieron enormemente en estos dos años y se pagaron durante el 2020 nada menos que $700.000 millones al tiempo que las jubilaciones perdieron poder de compra, licuando el gasto estatal. Perón decía que "mejor que decir es hacer, y mejor que prometer es realizar": ¿pensará igual Alberto Fernández? 

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