Editorial
Sanseacabó
Por Pablo Cano
La crisis tiene como principal certeza un viejo apotegma del peronismo: se puede hacer cualquier cosa, menos perder.

A primera hora del domingo electoral el Presidente aseguraba que esa noche se ratificaría su admonición, ganar cómodo a nivel país (7 puntos) puntualmente porque la sociedad iba a premiar lo que sucedía por debajo del radar de las encuestas y de la percepción de sus socios en la coalición: mejora de la economía y satisfacción con la gestión de la pandemia.

Sin embargo, pasaron cosas y la crisis que tiene reminiscencias al epílogo del "no positivo" y un poco más atrás a la partida de Chacho Alvarez del gobierno de la Alianza tiene como principal certeza un viejo apotegma del peronismo: se puede hacer cualquier cosa, menos perder.

Que el primero que haya hecho rodar el pedido de fusibles haya sido el "Cuervo" Larroque tiene un dejo de legitimidad que quizás sea poco perceptible en el fragor de los hechos, el camporista fue uno de los más enfáticos defensores de Alberto Fernandez para adentro y para afuera de la coalición teniendo como punto de partida ésta conducta aquel lejano día del fallido velatorio de Maradona cuando el Cuervo asistió al Presidente en el momento de mayor desborde. Que hasta los que te bancan te sacudan pareció ser el meta mensaje que el Presidente parece resistir atender.

La crisis, que tiene reminiscencias al epílogo del "no positivo" y un poco más atrás a la partida de Chacho Alvarez del gobierno de la Alianza, tiene como principal certeza un viejo apotegma del peronismo: se puede hacer cualquier cosa, menos perder

Ahora bien, ¿cuál es el sentido de esta crisis?, ¿acaso CFK no sabe que puerta está abriendo mientras lidera el postAlbertismo? ¿las causas de la derrota pueden variar en los próximos 40 días hábiles?

Si Cristina meditó las renuncias ofrecidas por los ministros que le responden como un llamado de atención para negociar un nuevo rumbo del gobierno y de la gestión, hacerlo público le quitaba toda posibilidad de negociación y no había forma de imaginar que tal movida no sería vista, leída y narrada como un desafío al Presidente. Lo que sucede en estas horas, sucede porque CFK quiso que sucediera. Si es así, el sentido de la crisis es ponerle punto final a una forma de distribución de roles y poderes dentro de la coalición oficialista y teniendo en cuenta la forma en que Cristina observa la puja de poder en la sociedad entre todos los grandes jugadores (y ella se sabe uno de ellos), lo que está haciendo es resguardar su capital ante el convencimiento de que quien lo gerencia lo viene dilapidando.

Para ello posiblemente encuentre en los pliegues de las próximas horas algunas alternativas que mejore el costo/beneficio de semejante jugada, pero es seguro que la política del oficialismo no volverá a ser lo que fue hasta el 12 a la noche.

A la hora señalada

El riesgo político de esta jugada es que termine insularizando a CFK dentro del amalgama que es hoy el peronismo y que esta movida dé rienda suelta al anhelo de construir el postkichnerismo y por allí andan gobernadores, ministros y organizaciones sociales dando muestras de lealtad al Presidente. Se sabe que ni las ojeras ni el exceso de dulces priva al poder ejecutivo de las decisiones centrales que acomodan cientos de cajas, negocios y cargos que sostienen unido un colectivo siempre tan presto a la administración de la cosa pública. 

Del mismo modo, un extraño conjunto de casualidades hace que este postkichnerismo nonato siga las huellas de aquel peronismo federal y acomode las fichas de ajedrez poniendo detrás del mas federal de los porteños a casi aquellos mismos que planearon el retiro de Cristina en las oficinas de un reconocido operador de medios, mientras que de este lado queda un activo que el domingo pasado sólo pareció conservar aptitud ganadora en la tercera sección electoral. Si se mira desapasionadamente el trayecto de este proceso electoral, nadie puede decir que CFK fue avara a la hora de los cierres, en todas las provincias respetó a las conducciones locales y/o a los jugadores que mayores posibilidades tenían de asegurar un resultado positivo para el conjunto del peronismo, desde Santa Fe hasta Tucumán y Corrientes son testigos de la flexibilidad de Cristina para conseguir mejores resultados y el siempre complejo cierre bonaerense tuvo, entre otras particularidades, un casi nulo peso del gobernador Kicillof a la hora del reparto de las listas. Ese período de amplitud en post del resultado también luce sepultado con el resultado de las PASO.

Está claro que las secuelas de esta crisis marcarán el camino hacia el 2023, pero sería ingenuo entender la debacle del oficialismo unidimensionalmente. Varios fenómenos se agolpan en las lecturas post paso, desde la baja asistencia combinada con una organización que no estimuló la participación hasta las motivaciones del dispositivo electoral que hacía más atractiva las PASO de la oposición en los grandes distritos donde ésta tenía internas mientras que el oficialismo no. Pero fundamentalmente debe estarse a que la impotencia del Frente de Todos es la de ofrecerle a su público un futuro, el futuro por el cuál muchos de ellos lo votaron en 2019. Pensar que lo que faltó fue un IFE más, un bono en AUH o jubilados es minimizar la tragedia que aceleró la pandemia para una enorme mayoría de la sociedad: se ha perdido la esperanza y la certeza de que mañana puede ser mejor, de que los hijos van a estar mejor que los padres. Y en el hoy, la enorme mayoría del voto peronista está preso entre la inflación, la pobreza, la informalidad y la inseguridad. Toda campaña en una elección es recrear una promesa, el Presidente se convenció que ya la había hecho y la había cumplido. Y se encontró con una crisis que condicionará el resto de su mandato

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