España
Podemos o el camporismo al revés
Por Martín Rodríguez
El movimiento español construye su primer paso con votos propios, no le consumen el poder a nadie. Y si llegan, dicen, lo harán agiornados y realistas.

El fenómeno de Podemos podría ser sintomático de lo mismo que el “efecto” Francisco en la vieja Europa: un continente sin signos políticos vitales. Podemos es el primer fruto de una indignación española por izquierda, y convive con la madura y más larga indignación por derecha que se expresó en las urnas francesas de la mano de Marine Le Pen.

Nuestros amigos liberales, cínicos, weberianos, post izquierdistas, kirchneristas, neosciolistas, massistas y marxistas se hacen un picnic virtual frente al desempeño de este nuevo partido político español: parecen salidos de la prehistoria de nuestra crisis. Sin embargo muchos ven en esta irrupción una novedad y una esperanza. Tienen apenas un año, cosecharon más de un millón de votos, tienen nombre de ONG, de campaña de concientización contra el cáncer de mama o, más acá, el nombre de una agrupación independiente de la UBA. Su nombre es un imperativo a lo Obama a favor de la autoestima de un pueblo que no estaba preparado para que se le levante el parquet, se pinche la burbuja inmobiliaria y el futuro de los jóvenes se deshaga.

Podemos tiene ideas voluntaristas, ideas intercambiables, una mezcla de republicanismo y socialismo real y un rosario de latiguillos latinoamericanistas. Es la versión española del último boom latinoamericano: el boom político. Chávez, Correa, Evo, Néstor, Lula, Pepe. Ocurre que llegan tarde, cuando ese boom se encuentra recalculando sus propias certezas en el desierto de lo real. Podemos pide con acento latino “revisar la deuda” a través de una auditoría ciudadana que sea capaz de separar la paja del trigo entre deuda legítima e ilegítima. Citan el ejemplo ecuatoriano de Rafael Correa. La España profunda los mira atónitos.

Sin embargo, en ese vaivén por intentar no ser estigmatizados mediáticamente, acaban de definirse como socialdemócratas en la presentación de su “propuesta económica”, empezando a poner la mirada en las democracias de los países nórdicos, en los porcentajes de “gasto social” de Alemania o Francia, migran su laboratorio a fronteras más cercanas. De hecho, en un reciente documento, el propio PSOE se expresa preocupado por este “ascenso” e indica a su militancia la precisión de dejar de llamarlos populistas para empezar a decirles “extrema izquierda”. Este giro lingüístico macartista intenta debilitar el giro moderado de quienes, como dijo Pablo Iglesias, no son “de izquierdas ni derechas”. 

"En España por más crisis económica y social había hasta hace poco una fortaleza: los partidos políticos. Esa es la diferencia notable con la Argentina, donde sí prevalecen los liderazgos caudillos, mediáticos, populistas, etc., al precio de que los partidos políticos no tengan ninguna consistencia."

El PSOE rechaza las propuestas de Podemos (reducción a 35 horas de la jornada laboral, o baja de la edad jubilatoria a 65, por ejemplo), a la vez, los acusa de copiar proyectos (la propuesta de derecho alimentario). Lo cierto es que Podemos también disputa la calle y para eso se propuso una movilización el 31 de enero de 2015. El sociólogo argentino Esteban De Gori escribió en la revista Panamá al respecto de esta “alvearización” de Podemos un interesante apunte defensivo del emergente: “Se definen como socialdemócratas en dos sentidos: 1. Reconocen que esa palabra es límite de lo tolerable en una sociedad capturada por el universo neoliberal y además saben que todavía ese vocablo resuena entre las buenas prácticas para los mayores de 50; 2. Hay un reconocimiento a lo Álvaro Linera que en este contexto lo único que pueden brindar para lograr mas adhesión es eso. Dirían: ‘nosotros conocemos el capitalismo, esto es lo mas alternativo que podemos ofrecer ahora’.”

Mirado al ras, en España por más crisis económica y social había hasta hace poco una fortaleza: los partidos políticos. Esa es la diferencia notable con la Argentina, donde sí prevalecen los liderazgos caudillos, mediáticos, populistas, etc., al precio de que los partidos políticos no tengan ninguna consistencia. Aún alcanzados por la sospecha y la realidad de sus corrupciones, el PP y el PSOE se mantienen como fuerzas políticas con una muralla orgánica, y desde ahí miran con desdén y rabia la vitalidad de estos niños con tristeza. La crisis existe y Podemos crece con eje en el rechazo a la “vieja política” que en la crisis económica se mostró criminal. Podemos es el hermano mayor de la indignación: el movimiento 15M que recorrió España en 2011 mostrando la realidad que demanda -según algunos- una “segunda transición”. La impronta intelectual, juvenil, académica, urbana de Podemos, en ausencia de un sujeto sólido (¿clase obrera?), sumado a su particular discurso que va de los populismos latinoamericanos, al discurso social de Francisco y que recala en la tradición benefactora de las socialdemocracias europeas, parece la confirmación de su intensidad efímera: un vaivén ideológico sin rumbo cierto. Dicen que su ímpetu será, a lo sumo, reintegrado al cauce natural del viejo río del PSOE. De hecho, en declaraciones a la prensa internacional, Pedro Sánchez, el nuevo y joven jefe del PSOE dijo: No me inquieta Podemos. Miro al PSOE. Ya pasó antes que al PSOE lo dan por muerto y al final los ciudadanos lo han visto como la única alternativa para gobernar el cambio, un cambio con seguridad, hacia algo mejor.

Podemos tiene algo de Marcos Ominami, el joven chileno hijo de la guerra de guerrillas que hizo un boom renovador frente el colapso de la anquilosada Concertación hace unos años. Podemos tiene algo del joven autonomismo argentino, huelen a Diciembre, a ese colectivo que fijaba los kilómetros de distancia entre su política y el poder (501). Podemos se parece a Axel Kiciloff, aunque tienen el pelo más largo, la prosa más barroca (¡son politólogos!). Podemos es camporismo al revés: están gastando las balas simbólicas antes, construyeron su primer paso con votos propios (no le consumen el poder a nadie) y revisan sus propias certezas (ya hay toda una izquierda radicalizada que critica su mesura). Si llegan al poder, dicen, lo harán agiornados y realistas. Podemos son los locos bajitos que crió Serrat, la melancolía republicana de la transición española que se embriagó con la modernización que traía Feilipillo bajo la manga, y que tantos frutos dio en ese doble estándar: construyó una sociedad democrática y reinsertó a España a la comunidad europea y sus paradigmas capitalistas. A esa Europa moderna y fiscalista quedó atrapada, sin salida propia.

"Podemos es camporismo al revés: están gastando las balas simbólicas antes, construyeron su primer paso con votos propios (no le consumen el poder a nadie) y revisan sus propias certezas (ya hay toda una izquierda radicalizada que critica su mesura). Si llegan al poder, dicen, lo harán agiornados y realistas."

Una vez le preguntaron a Menem cómo vivió la noche del 19 de diciembre. Dijo que preocupado, mientras cenaba en su casa en Buenos Aires con Felipe González. El populista liberal periférico y el caudillo moderno que puso a España en el centro mundial oían el mismo rugido afuera y el temblor de los cristales adentro. El Partido Socialista Obrero Español (sin socialismo y sin obreros) es la institución a la que los jóvenes de Podemos le orinan el sobretodo. Jóvenes sobre-educados y sub-empleados que buscan su destino pateando el tablero de España. La pregunta que cabe está en el centro de su economía: ¿se puede ser populista en la Europa controlada por Frankfurt y Bruselas, sin un mísero grano de soja? El límite de Podemos es la Europa que lo contiene (económicamente) y esa vieja monarquía española, cazadora de elefantes. Sin embargo, por el desafío que le infligieron al sistema político español, estos muchachos ya valieron la pena. 

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  • 1
    faxbox
    14/12/14
    17:27
    agiornados no existe en castellano, si se refiere a la palabra italiana se escribe con doble gg "aggiornare" el castellano es muy rico no es necesario mezclar, hablar mal es facil, hablar bien es el verdadero desafio.
    un periodista tendria que enseñar y usar bien la lengua que es su profesion.
    Responder
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