La economía argentina es mencionada hasta el hartazgo como aquella en donde no aplican los modelos ni las teorías que sí regirían en el resto del mundo. Una economía peculiar, distinta a la del resto del planeta que pareciera haber superado algunos problemas que los argentinos seguimos padeciendo, como la inflación o las altísimas tasas de interés en un contexto de inédita liquidez internacional.

"El día de la marmota" es una película a la que no hace falta haber visto para conocer su trama: un hombre que vive todos los días el mismo día, consciente de lo que va a pasar y sin embargo, incapaz evitar que pase, de cambiar el porvenir, que es que mañana volverá a ser hoy. La analogía, por más utilizada que sea no parece la mejor: la idea de la repetición es incorrecta para comprender la economía nacional, que no evoluciona de manera circular, sino en forma de espiral, atravesando nuevas crisis sin recomponerse totalmente de la anterior y profundizando su deterioro.

Sin pan, pero con circo

La "pesada herencia" del macrismo a cuestas no alcanza, entonces, para explicar la satisfacción del equipo económico frente a la inflación de un 3,3% en el mes de mayo. En el ministerio se jactan de que se trata de una reducción respecto del 4,8% de marzo y del 4,1% de abril y se ilusionan con una tendencia que les permita empezar a domar la escalada de los precios. Es una manera de verlo. La otra es que, por primera vez desde 1990, se suceden ocho meses consecutivos con un aumento mayor al 3%.

La inflación acumulada en los primeros cinco meses del año -21,47%- es la segunda más alta en las últimas tres décadas y es holgadamente la mayor en un año electoral durante el mismo periodo. Con estos números, el aumento de los precios debería ser menor al 1% los meses que restan del año, para cumplir con el objetivo presupuestario del 29% que sirvió como guía para el cierre de los primeros acuerdos paritarios. Continuando con la metáfora cinematográfica, el párrafo anterior corresponde al género dramático y este, al de la ciencia ficción. 

La inflación acumulada en los primeros cinco meses del año -21,47%- es la segunda más alta en las últimas tres décadas y es holgadamente la mayor en un año electoral durante el mismo periodo

La acción, la batalla electoral, ganó esta semana un espacio en la agenda pública que hasta ahora le era reservado exclusivamente a la pandemia. La cuestión inflacionaria, como no podría ser de otra manera, tiene un impacto también en terreno. Es una piedra en el zapato gubernamental, que pierde votos al ritmo de la caída del consumo y del poder adquisitivo del salario que, más allá de las promesas, está perdiendo en promedio un 8% en lo que va del 2021, anotando el cuarto año consecutivo de caída del salario real.

En la casa rosada preocupa un dato que, si bien se desprende de las publicaciones del INDEC, requiere de una lectura que el gabinete no había hecho y de la que se enteraron por los diarios: un tercio de los trabajadores ocupados son pobres. Un fenómeno que creció al calor de estos cuatro años que llevaron a que las personas con trabajo que no llegan a cubrir la canasta de pobreza pasaran del 17,8% a comienzos de 2018 al 32,4% en la actualidad.

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Aunque los propios funcionarios se escandalicen con los datos, es la consecuencia de una política económica que ha arrasado con el 25% del poder de compra de los salarios en apenas tres años y medio. Acuéstate con niños y amanecerás mojado.

Esta realidad de los ocupados es naturalmente mejor a la de aquellos que no cuentan con trabajo o que, como los jubilados, ya lo han dado todo. El ajuste tanto en la seguridad social como en el sistema previsional ha comenzado a despertar reclamos dentro del oficialismo que tiene que contener un descontento social cada vez más manifiesto si pretende salir victorioso en noviembre. El resultado fiscal de los primeros meses del año es la envidia del macrismo, que observa atónito como Guzmán le quita la preferencia del FMI. 

Aunque los propios funcionarios se escandalicen con los datos, es la consecuencia de una política económica que ha arrasado con el 25% del poder de compra de los salarios en apenas tres años y medio

Es que entre el precio de la soja (que más allá de la caída de esta semana acumula un alza del 50%), el impuesto a las grandes fortunas y un crecimiento respecto de la brutal caída del 2020 el gobierno recaudó un 92,9% más que hace un año según la OPC, es decir muy por encima de la inflación. Al mismo tiempo, el achicamiento de los gastos, el atraso en las partidas sociales y la tibieza en la ayuda contra la pandemia hicieron que el gasto primario aumentara tan solo un 14,5%, redondeando un déficit primario del 0,2% del PBI.

No son pocos los que han empezado a notar que no todos las consecuencias de la inflación son negativas para el gobierno. El aumento de la recaudación a través del IVA explica viene colaborando en el ínfimo déficit en las cuentas públicas, incluso frente a un consumo que no repunta. Lo mismo ocurre con la licuación de los gastos en pesos, particularmente los salarios estatales y las jubilaciones que, al mes de abril, habían perdido 11,5% en un año.

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En este contexto y con la soga electoral al cuello es que el gobierno se prepara para lanzar un paquete de emergencia que aumente sus chances de cara a los comicios. Las primeras medidas se conocieron las últimas semanas y van desde el aumento del mínimo no imponible al impuesto a las ganancias, hasta la devolución retroactiva sobre ese mismo impuesto o el freno al tarifazo sobre los monotributistas. Al mismo tiempo, en las últimas negociaciones paritarias se habilitaron aumentos del orden del 40% que superan significativamente la primera pauta, pero no evitan perden contra los precios.

En la misma linea, se resolvió en las últimas horas que no habrá más aumentos de tarifas en lo que queda del año, cerrando uno de los puntos más álgidos de la interna oficialista. El Messi de la deuda en pesos, como lo apodó socarronamente a Guzmán un ex funcionario menemista, no salió indemne de su pelea con La Cámpora. Al contrario, quedó fuertemente desautorizado al no poder echar a un funcionario de tercera línea, mientras vio naufragar sus planes de reducción de los subsidios a las energéticas.

El gobierno emprendió hace meses una tarea difícil de conciliar: al mismo tiempo que busca contentar al Fondo y a los acreedores para evitar el default y una nueva corrida cambiaria tiene el desafío de ganar las elecciones con el ajuste a cuestas, por un lado y evitar que Argentina se suma a la ola de rebeliones latinoamericanes, por el otro. Queriendo quedar bien con dios y con el diablo corre el riesgo de no satisfacer a ninguno. Si finalmente podrá salir airoso de este entuerto o no, ya es una de suspenso.