Los extremos son cómodos para los que practican la vieja polÃtica y prefieren hablar y no escuchar, atacar y no construir y esperan la oportunidad para hacer leña del árbol caÃdo. |
Dos o tres tipos se creyeron los más vivos. Quizás varios más también. Lotearon el Estado provincial por años y jugaron a los dados con la de todos. El resultado lo conocemos, no hacemos futurismo ni descubrimos la pelota cuadrada: una provincia rica, pero raleada, vaciada y a la deriva.
Del otro lado de la cancha, un lÃo. Otros tres o cuatro que compiten por ver quién es el mejor candidato opositor, quién se aviva y saca medio pescuezo: los últimos 30 años de la polÃtica provincial. Al que le quepa el sayo, que se lo ponga. Es que caÃmos en la moral de la chiquita. De la lógica de barrio. El apotegma de que quien pega primero, pega dos veces. De sacar pecho e ir de guapo. De hablar y no escucharse. Ni siquiera de hablar, sino de gritarse. De no respetar el valor de la palabra empeñada. De denuncias cruzadas. De cartearnos entre nosotros. De señalarse. Autismo polÃtico de dirigentes endogámicos que se miran el ombligo: rémoras del pasado que, como fantasmas, siguen agitando el presente.
Posiblemente sean los que siguen sosteniendo que el acuerdismo, el diálogo, la búsqueda de consensos, son señales de debilidad. Que darse la mano y mirarse a los ojos, no forma parte de la polÃtica. Que escuchar al otro y tomar lo mejor, a pesar de las diferencias, es una pérdida de tiempo. Que yo me salvo solo y someto con el látigo, y si queda un mango, entonces con la chequera. Que, si el otro se equivoca y tropieza, en lugar de una mano le planto un mordisco. El adolescente comportamiento del condicionamiento y el apriete constante por un lado. La cobardÃa de esperar agazapado y al acecho el error del rival, para sacar una tajada por el otro. El eterno y peligroso cÃrculo vicioso.
Contrariamente a lo que algunos piensan, no hay lugar más cómodo en la polÃtica que los extremos. No hay mayor zona de confort para el dirigente. Te aplauden, te dicen cosas lindas, esas que escuchas y te endulzan y que de yapa se traducen en un mÃnimo de votos que te garantizan el carguito. Solo hay una cosa, los entrerrianos estamos en el medio, cargados de problemas, ávidos de respuestas y soluciones. Agotados del tirapiedrismo y el desgaste. De la prepotencia y el arrebato. Ahà es donde están las chances del desarrollo, del crecimiento, de escucharnos, allà se encuentran las grandes transformaciones: en el centro.
Ese es el desafÃo y sabemos que es difÃcil. Pero nada que en la vida valga verdaderamente la pena, es fácil. Ahà está la oportunidad de que el arco dirigencial pueda ponerse de acuerdo y establecer un piso innegociable de polÃticas públicas de estado para nuestra Provincia. Porque para que Entre RÃos transite la senda del desarrollo, los dirigentes deben transitar la del crecimiento humano. Más humildad y sensatez, menos soberbia y más escucha, más generosidad y menos "yoÃsmo". Bajar los egos.
Esto es lo que nos pide Rogelio Frigerio, y creo en él porque siempre habló desde el ejemplo. No podemos perder más tiempo ni despilfarrar más oportunidades. Hay un camino, pero tenemos que andarlo entre todos y al final del mismo, hay un futuro más que auspicioso. No el de una Provincia perfecta, eso no existe, pero si el de una Entre RÃos posible.
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